Igual Halperin tiene razón. La cultura gay de toda la vida sigue ahí, la cultura gay no ha perdido su funcionalidad, su valor emocional. La cultura gay está enterrada en masas de músculos, pezones comestibles, nalgas de silicona, drogas de diseño, pómulos tallados con precisión y gente imposiblemente telegénica. Pero rasca un poco, deja pasar unos años y, voilá, ahí está: Bette y Joan, drag, drama, Disney, cabaret y musicales, ahí están Liza y Barbra, y Evita y Rizzo. Y últimamente, “Let It Go”, con los imprescindibles sprays.
Hablo de mí, claro. También creo que Halperin habla de él y que Halperin y yo haríamos buenas migas. A menudo he constatado que no somos muchos, que la diversificación relajó los vínculos de comunidad. Y que tras un par de generaciones de Grindr (las generaciones en escala gay duran unos cinco años) es posible que seamos aun menos. En los ochenta los musicales era una cosa que un gay tenía que conocer como elemento identitario estructural. Incluso aunque no te gustasen nunca podías ignorarlo. Hoy es todo Grindr, Grindr, Grindr y creo que el hecho de que menos de nosotros estemos por la labor tiene que ver con que las referencias de musicales circulan menos en conversaciones, en teatros, en bares, en revistas. Antes se jugaba con un léxico amplio, hoy a pesar de Glee y de Britain’s Got Talent, hablamos de menos shows y proyectamos menos emociones y fantasías en el repertorio.
Y sin embargo, cuando crees que en un mundo dominado por Hamilton y Rent se han olvidado los clásicos (algo que temí de manera muy intensa en mi reciente visita a Marie’s Crisis) vas una noche a ver un show drag en el Soho Theatre de Londres y aquí estamos de nuevo. Gente que aplaude los chistes, gente que conoce las letras, los shows y las referencias. Hace una semana noté lo mismo en The Rink. No sé si somos tan masa crítica como antes, pero seguimos llenando estas cosas. Seguimos cantando estas canciones. Y aunque Porter o Rodgers ya no son familiares, Dreamgirls y Grease siguen con nosotros. Es algo que intentaré explicar el 29 de junio en Benicássim.
Pero igual podría haberlo hecho a través del show de Jonny Woo y Le Gateau Chocolat de esta noche. No, el show carece de la sofisticación de la revista Forbidden Broadway, que realmente encontraba nuevos giros en el repertorio. Esto es un drag show de toda la vida. Muy bien cantado, totalmente arrebatador, pero sin sorpresas. Las canciones elegidas son las que uno espera: “Cabaret”, “Mein Herr”, “Look At Me I’m Sandra Dee”, “I Dreamed a Dream”, y, cómo no, “Let It Go”, pero cada número se te lleva por delante por el arte y la capacidad de comunicación de las divas. Y porque somos así. Porque esta música todavía nos dice algo, porque nos gusta el drama cantado y porque nos gusta cantar a nostros, porque el chiste sexual sigue funcionando en la era de Grindr y porque el arte sigue siendo arte.
Jonny Woo y Le Gateau Chocolat estarán en el Soho Theatre hasta el 30 de junio.