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RUMORES Y VISIBILIDAD: F.W. MURNAU Y YO

Ahora que Divisa saca en DVD la espléndida Tabú (de esa película son las fotos), del gran director Friederich W. Murnau, quería compartir uno de mis recuerdos sobre la experiencia de la cinefilia gay, que me dará pie a una reflexión sobre el papel de la especulación sobre la vida privada para leer cabalmente el cine gay.

Fue escuchando, probablemente a principios de los ochenta, Polvo de estrellas, el programa de Carlos Pumares en Antena 3. El formato, como algunos recordaréis, consistía por lo general (a excepción de los monográficos) en llamadas de oyentes sobre una amplia gama de temas, a los que Pumares respondía, a veces con contundencia, a veces con falta de interés, a veces incluso con agresividad. Una vez le preguntaron si era verdad que nosequién era homosexual. Él respondió que tales cosas no le interesaban en absoluto, como no le interesaba lo que Murnau estaba haciendo a su chófer cuando murió. Lo que importaba, insistía, era la obra. La vida privada era cosa de cada uno. Así, el locutor se negaba a hablar del tema, luego soltaba algún comentario morboso y finalmente decía que a pesar de esta muerte tan poco digna lo importante era el cine, y en el cine de Murnau no había, decía, nada homosexual (es, por supuesto, “gran cine” y por lo tanto hetero, sea cual sea la orientación del director), así que no valía la pena extenderse sobre aquello. En aquella época (yo tendría unos diecisiete años, carecía de conciencia gay y no había salido jamás del pueblo) me lo tomé como una defensa de la homosexualidad. Esto ahora me sorprende bastante. Pero necesitaba, recuerdo, tanto un mensaje positivo que cualquier cosa que no fuera una expresión casposa, obvia y agresiva de homofobia me parecía utilizable.

El caso es que con lo que me quedé fue con la cosa de que Murnau había sido homosexual. Esto era importante, porque se trataba de un director canónico, respetado, uno de los grandes del cine mudo. En cierto modo podía funcionar como modelo para un adolescente carente de referencias. Por otras fuentes supe que el accidente que acabó con su vida se debió probablemente a que practicó una felación a su chófer mientras el coche estaba en marcha (recuerdo una escena similar, pero hetero, en El mundo según Garp). Con los años, en los noventa, me vi buena parte de sus películas y efectivamente empecé a ver una “sensibilidad” poco masculina. ¿Era efecto de mi conocimiento sobre el modo de su muerte a partir del comentario de Pumares? A saber. Al leer ensayos sobre él, nunca se hablaba de este aspecto. Yo había internalizado la idea de que la homosexualidad carecía de importancia en su cine.

Fue necesaria una crítica desde una perspectiva gay para hablarme del subtexto homoerótico de Nosferatu y Fausto (ambas en DVD, sobre el homoerotismo en la segunda había un texto en el Sight and Sound de octubre) y del homoerotismo de Tabú. La bibliografía gay sobre Murnau ya es bastante sustancial. Sinceramente, creo que a veces se cae en excesos interpretativos, pero el hecho es que “mi” Murnau era gay y esto se relacionaba con que le gustasen ciertas cosas que también me gustaban a mí (la poesía algo cursi de Amanecer, las islas del pacífico, los vampiros, el exceso visual, los movimientos de cámara sinuosos). Y con el tiempo llegué a irritarme cuando el personaje de Murnau que interpreta John Malkovich en La sombra del vampiro (sobre el rodaje de Nosferatu) aparecía casi totalmente hetero.

Lo que quiero decir es que las relaciones entre texto y biografía son bastante fluidas, y existe entre ambos una relación de intercambio. Es una carretera de dos direcciones. Últimamente he llegado a la conclusión de que, en el caso de muchas películas que nos parecen gays sin que haya personajes gays, al tirar del ovillo acaba apareciendo cierta experiencia gay que resulta de gran importancia en su realización. Un caso claro es Rebelde sin causa. También se da lo contrario: se puede pasar de un dato de la vida cotidiana a leer las películas en clave gay, como sucedía con Nosferatu. Es una manera de hacer la presencia gay visible en el cine canónico y de añadir un nivel a los significados que la película puede comunicar. Pero por defecto cualquier cosa que remita a la homosexualidad como experiencia cotidiana se silencia.

El comentario de Pumares, lo veo ahora, no era una defensa de la homosexualidad, sino un enunciado de manual perteneciente al credo de la homofobia liberal que aboga por el silencio sobre la relevancia de estas cuestiones. Hay un intento de relegarlas a la vida privada y sacarlas de la experiencia artística. La homosexualidad es un secreto algo embarazoso, tolerable siempre que no lo relacionemos con nada. Es necesaria una crítica que hable desde perspectivas gays y que no contribuya a la invisibilización de nuestra experiencia (de ahí que, como ya comentamos, las críticas de Antonio Albert en El país nos resultasen tan refrescantes y tantos de nosotros las recordemos con tanto gusto). Y es legítimo que los rumores y cotilleos sobre vida personal constituyan un punto de partida para llegar al texto.

15 thoughts on “RUMORES Y VISIBILIDAD: F.W. MURNAU Y YO”

  1. Tienes toda la razón del mundo, tema interesantísimo que da para un post, pero lo pongo aquí:Amenábar es muy joven. Para mí, hablar de homosexualidad tiene que ver con enfrentarse a la homofobia. Por lo tanto cuanto mayor sea la homofobia, la invisibilidad, etc, más conflictivo (más interesante) será nuestro “hacernos gays”. Por este mismo motivo me interesa menos el cine gay desde los años noventa: cuando todo puede decirse lo que se dice resulta menos interesante. Lo que quiero decir es que la homofobia en la que ha crecido Amenábar es menor que la que soportó, por ejemplo, Eloy de la Iglesia o Almodóvar, y por lo tanto la necesidad de reacción es menor. Dado que el cine se pone más interesante cuando hay un conflicto no sólo en la narrativa sino “fuera de ella”, en Amenábar es un aspecto nada interesante. Es un paso hacia la normalización. No digo que Amenábar no haya soportado nunca homofobia. Me consta que sí, y él mismo ha contado alguna cosa que a mí me suena a pura homofobia. Pero la llevó como un caballero. Y esto en parte se debe a que tenía muchos más recursos contra la homofobia de los que tuvieron directores nacidos antes del año 70. Al mismo tiempo, los gays de su edad no tienen por qué ser subculturales si no quieren (por mucho que se critique la cultura chueca, tened en cuenta que es algo que uno utiliza cuando quiere, y deja estar cuando no le apetece: no se obliga a nadie). Si Almodóvar quería dar rienda suelta a sus deseos y su manera de ser tenía que sumergirse necesariamente en una subcultura; en el caso de Juan De Orduña (o Cukor), tenía que llevar una doble vida y vigilar los límites. Amenábar puede dedicarse a lo suyo y utilizar la subcultura o no a voluntad. La verdad es que en cierto modo envidio a los homosexuales desneurotizados de la generación que me sigue.Pero por hacer tu pregunta más general: estoy totalmente de acuerdo en que muchos artistas gays desde siempre no han dejado marcas subculturales. En gran medida esto se debe a que realmente, de verdad, y a pesar de lo que diga la crítica, el discurso del cine no está tan determinado por la autoría del director como la literatura lo está por el escritor (aunque creo que al hablar del cine gay tenemos que tener en cuenta las contribuciones de muchos creadores que no eran directores, para esto el libro de Mann Behind the Screen es muy útil). Un segundo argumento para apoyar lo que dices: hay dos campos en que se puede dejar ver la orientación sexual del “autor”: el estilo y los contenidos. Hasta finales de los sesenta en los USA el director solía tener poca elección en lo uno o lo otro (quizá la exepción gay sería Cukor, mientras que en el terreno hetero, Hawks, Ford, Mankiewicz y Wyler entre otros tenían cierta libertad). EN cierto cine europeo, la cuestión era más flexible, pero en lo que respecta a la homosexualidad también había restricciones. Lo que quiero decir es que lo que consideramos cine gay visible es la punta del iceberg, lo que sabemos es siempre mucho menos de lo que había. Saber más nos daría claves de lectura, pero es posible que nunca sepamos mucho más porque se trata de un dato que se mantiene celosamente guardado.O sea:primero, hay gente que se expresa subculturalmente, hay gente que no. La cultura gay es sólo un área de nuestra cultura. Hay gente que no la activa. Sobre Amenábar ya se verá. Igual en algún momento siente el deseo de hablar de su experiencia gay, si es que la considera suficientemente interesante.segundo, la mayoría de los artistas que son heterosexuales se han insertado en estilos y narrativas que se les daban hechos, y por lo tanto no sabemos que lo son. El cine no es siempre arte de expresión personal. Hasta muy recientemente cuando a un artista gay “se le notaba” tenía que ser “muy” gay, ya que todo hacía que su homosexualidad no se expresase y había muchos obstáculos que vencer para que así fuera. De nuevo la homofobia distorsiona la expresión.

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  2. Personalmente siempre pensé que Amenábar no tenía necesidad de hacer ninguna referencia gay en sus películas (al menos de momento) por la misma razón a la que aludes, Alberto, quizá no lleva tanta furia acumulada por la incomprensión como otros. Mi estravagante aportación al respecto es que ha podido hacerla de una forma muy íntima e indirecta al colocar a Eduardo Noriega (… y a Fele Martínez, si viene el caso) como protagonista de sus primeras películas. ¿Es una forma sutil de fetichismo, enamoramiento platónico? Me da a mí que algo de eso puede haber. No es una información, es pura interpretación personal. Como se está hablando aquí, no tiene por qué haber ni un atisbo de homosexualidad en una obra de forma evidente, ni siquiera encubierta. Esto va más allá de lo encubierto para que los espectadores lo perciban, tiene más que ver con la propia satisfacción o curisidad muy personal del mismo autor. Sería como llevar a la realidad una fantasía del director que más allá de lo carnal.

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  3. Sí, yo también lo veo. Es la fantasía que todos hemos tenido, de qué pasaría si el chico guapo del colegio se hiciera feo (en Abre los ojos) o que en realidad es un cabrón (en Tesis). En ambas, Noriega funciona como un objeto del deseo. Pero todo está justificado en la trama de manera hetero. Y no diría yo que a un heterosexual nunca se le ocurrirían estas cosas. Pero leídas desde mi punto de vista gay son narrativas que me recuerdan a fantasías personales con un chico en concreto.Sigo pensando que, especialmente ahora, hay gente homosexual que se adscribe a una cultura gay y hay gente que no, hay gente que siente la necesidad de expresarse como gay, otros no. No podemos dar por sentado que la homosexualidad ha de expresarse y que siempre se expresa de maneras predecibles.

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  4. En cuanto a V de Vendetta, pues el tema está tratado en la película tal y como está tratado en el cómic, es decir, con respeto y buen hacer. Pero si me pongo a hablar de la homosexualidad en los comics, no paro (y de lo invisibles que somos los homosexuales en los comics, no sólo para los heterosexuales, sino para nosotros mismos, estamos aquí hasta…). Por lo demás, los comics también son invisibles para la mayoría de los homosexuales (por lo menos, aquellos con los que yo trato, así que…) valga lo comido por lo servido.

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  5. Tema interesante, Ibn Sina. Yo la verdad es que no sé nada de cómics, así que soy ejemplo de lo que dices. Hombre, hubo un momento en que en El Víbora había cómics explícitamente homo, en los setenta y principios de los ochenta. Otra cosa es lo que se pueda leer entre líneas. Es algo que se ha hecho bastante en USA (Batman y Robin, etc) pero aquí poco o nada. Para mí en el tema de “leer entre líneas” hay una regla de oro (que aparece bastante en este blog): a no ser que de manera visible y activa las lecturas se compartan y se hagan explícitas, el significado de lo que vemos individualmente es nulo y se reduce al ámbito de lo personal o lo biográfico. No es que no importe, pero sólo es relevante si se comparte.Esto explica la diferencia entre la cultura gay en los USA y aquí, y tiene relación con lo que dices. Dado que tradicionalmente aquí siempre se ha creído que “nada tiene que ver con nada” (o, dicho de otra manera, que ser gay es simplemente cuestión de alcoba y que la cultura no es gay ni hetero), no existe una cultura de compartir referencias (en cómics, en cine, en canciones, en literatura)lo suficientemente extensa (ojo, no digo que nunca haya existido o que no se desarrolle de manera minoritaria) y por eso el noble arte de leer entre líneas suele conducir a cuestiones personales que no pueden utilizarse para defender la visibilidad de lo gay.Lo del cómic me parece muy estimulante. Si te apetece desarrollarlo…Un día tenemos que quedar

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